Raquel Torrent acompañando el Requiem por la ilusión perdida |
Dado el color rojo (muy significativo, por cierto, si nos atenemos tanto a la Teoría Integral, como a la Espiral Dinámica) que cubría las tres cuartas partes del mapa estadounidense que vimos ayer al finalizar la campaña que dio la victoria a Donald Trump, me viene a la memoria el color de la sangre que corre por las venas de los seres humanos. Parece ser que es prácticamente lo único que nos une. En casi todo lo demás estamos divididos (como diría Ken Wilber, fragmentados). El bipartidismo brutal en el que Norteamérica (y peligrosamente Europa) vivía en los últimos tiempos, va a seguir existiendo, sin duda, pero con una clara inclinación (al igual que en Europa) hacia la extrema derecha. Dos hechos claves nos lo indican: 1) La radicalización de las posturas xenófobas, racistas, sexistas, y chovinistas que han quedado patentes con la votación sorprendente del 8 de Noviembre del 2016 por parte del pueblo norteamericano, y 2) las reacciones inmediatas de solidaridad y apoyo por parte de las facciones más derechistas de los gobiernos europeos más relevantes.
De igual forma, la inesperada victoria de Trump nos ha revelado cuánto mienten los encuestados cuando responden a quién van a votar, así como lo poco acertados que están los analistas, politólogos y periodistas varios cuando les creen. Es perentorio realizar una reflexión profunda sobre la mentira de los ciudadanos y la ingenuidad de los intelectuales y profesionales de los medios de comunicación. Los primeros están hartos de decir la verdad a la espera de recibir las mejoras que piden y necesitan; y los segundos viven en un mundo irreal en el que construyen los castillos en el aire donde creen que viven todos los demás seres, junto con ellos mismos. Y no. La realidad va por otro lado. Siguiendo el hilo de la mentira y la irrealidad me vienen a la mente las Agencias de Calificación, con su poder casi absoluto, y sus valoraciones empresariales y financieras cargadas de irrealidades y mentiras que llevaron el mundo a la crisis económica más grande de los últimos 70 años.
¡Y es que los seres humanos necesitamos creer en algo¡ La mentira sostiene a los ciudadanos mientras deciden qué creencia van a hacer su verdad. Y al mismo tiempo la irrealidad (por lo tanto, la mentira inconsciente) mantiene entretenidos a los que creen que saben hasta que se topan de bruces con la verdad que les sorprende (a ellos, y a nosotros que les hemos creído) ¡ Y es que la mentira marca la frontera entre dos realidades entre las que nos debatimos siempre¡ Decir la verdad (pensada y sentida) tiene un precio, como el que han pagado Trump o Clinton, frente a sus detractores, por mostrar la realidad de quien es cada cuál. A Hillary le ha costado el puesto en la Casa Blanca, y a Donald le ha costado el escarnio y el enfado; la mofa y el insulto de los millones de seres humanos que no pueden creer que, aún a pesar de mostrarse maleducado, misógeno, narcisista, prepotente, y un montón de actitudes negativas más, esté ahí, en la cima del mundo, dirigiendo el país más poderoso de la tierra ¡Eso es la Democracia¡ El triunfo de la verdad aunque haga daño. La aceptación de la realidad tal como viene. No cabe duda de que los votantes de Trump necesitaban creer, y Hillary no les daba la suficiente confianza. ¿Por ser mujer? ¿Por sus errores con los mails? ¿Por el planteamiento de su campaña? ¿Quién sabe cuál es la verdad?