Lo único que se me ocurre cada mañana al levantarme en los tiempos que corren, es elevar los ojos al cielo y agradecer: , primero que sigo viva, lo segundo que he dormido de un tirón porque no padezco de insomnio como el 10% de la población, tercero que ningún desalmado ha subido a mi terraza para entrar a robarme y, por supuesto cuarto, que no ha habido durante la noche ningún terrmoto, tsunami o fuga radioactiva que me haya dejado frita.
Si el 11-S nos heló la sangre y como decimos "después de aquello ya nada es igual"; el terremoto de Japón con el tsunami y las fugas nucleares (reales y posibles) incluidas, nos dejan estremecidos. Si en aquél fatídico 2001 a la gran mayoría se le metió el miedo en el cuerpo - tanto que los mercados financieros comenzaron a bajar sus dividendos presos del pánico y el eje de la tierra comenzó a moverse en base a la unión energética de las mentes en el mismo estado de consternación y estupefacción; ahora hemos conseguido mover el eje de la tierra en 17 cms (no el eje norte sur) sino el del desplazamiento horizontal, lo que dicen que acortará nuestros días, eso sí imperceptiblemente.
Sin ánimo de ponerme Apocalíptica, quiero hacer la reflexión del gran cambio que se está produciendo en la percepción de la humanidad. Estamos empezando a mirarnos inquietos con la gran interrogación en la frente ¿qué está pasando? nos queremos preguntar los unos a los otros... y no nos atrevemos del todo, aunque sí mucho más que antes, puesto que la realidad, que siempre supera a la ficción, nos está dando el permiso para hacerlo, el píe para entablar comunicación y "no estar sólo ante el peligro" (aunque ni siquiera sepamos de veras si lo hay), nos está presentando los hechos de una transformación anunciada ... por muchos... por todos... en nuestro corazón por poco que miremos dentro "esto no puede seguir así".
En esta transformación de la humanidad y sus obras vemos cómo no son sólo los políticos, los economistas, los médicos, los filósofos, ni ningún otro título o prebenda del que se disponga los que están cambiando el mundo. Es la gente y su comunicación en redes (internas y externas).
Y en medio de todo este caos, dolor y desastre la llamativa enseñanza de los japonenes en su actitud calmada, solidaria y natural. Nos están mostrando el zen popular, pues hacen cola de manera tranquila, no hay saqueos y robos, se ayudan unos a otros y no hay gritos, ni carreras o histerias. Los japoneses guardan su sufrimiento para mantener el respeto que los demás merecen. Esperemos que no tengamos que terminar todos haciendonos el Hara-kiri en plan individual y colectivo y tanto nuestros políticos como los de ellos (todos corruptos, abusivos y poco generosos) abran los ojos frente al cambio climático proponiendo y aplicando resultados sostenibles, puesto que esa es la base de los desastres naturales que están teniendo lugar en todo el planeta en una proporción exacerbada en los últimos años, como muestra y botón de las burradas que llevamos haciéndole desde hace ya casi 100 años.