La humanidad, desde sus orígenes, ha
mirado a su alrededor asombrada por las maravillas que contemplaba. Ha alzado
sus ojos a los cielos esperando reposo para su corazón inquieto, y ha explorado en su interior buscando las
razones últimas de su existencia. Ha buscado insistentemente el camino hacia la
felicidad utilizando para ello todos los recursos que su privilegiada capacidad
de raciocinio le ha permitido.
Paso a paso, siglo tras siglo ha ido
evolucionando hasta la actualidad, creyendo haber descubierto las claves que
darán reposo a su anhelo de saber. El hombre, por fin, parece haber llegado al
conocimiento de sí mismo y a través de este conocimiento parece que ha
comprendido la sabiduría de la vida. Pero la línea que separa “conocimiento” y
“sabiduría” es casi imperceptible y esto hace que, a menudo, se confundan los
dos conceptos. Conviene distinguir claramente las diferencias: El
“Conocimiento” es la información que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra
existencia. Datos para nuestra mente ávida de alimento intelectual, "Sabiduría" es la aplicación de ese
conocimiento en algo útil y enriquecedor para nuestro proceso evolutivo.
La mayoría de nosotros partimos de una premisa equivocada. Buscamos la felicidad en el ámbito material: Y
allí no se halla! Porque lo material es
tan importante, como lo sutil y más allá lo trascendente. La felicidad, no habita en las “cosas” en sí, sino
en la búsqueda y el
encuentro de la Verdad, la única Verdad: “Conócete a ti mismo”.
Para desarrollar toda su capacidad de conocimiento el individuo necesita
progresar en dos vertientes: el área personal y el área social. Las dos son imprescindibles
y complementarias. Y como lo expresaría Ken Wilber, sobre todo en su dimensión
interna
El hombre enajenado, en su persistencia en el error, y en aras a
un progreso científico-técnico, ha menospreciado
el cultivo y desarrollo de su alma dejando a un lado la necesidad irrenunciable
de su propia evolución interior. Sin este progreso espiritual no hay plenitud
que valga, ni puede ser confundida con el orgullo del "descubrimiento científico
o tecnológico".
El "cognoscete ipsum" en el
friso del templo griego, no recomienda un "conócete a ti mismo"
intelectual. Habla de un nivel de conocimiento superior. Conocer el fondo del alma y limitar
sus actos desde la perspectiva de lo que es positivo a la evolución y lo que resulta negativo para el crecimiento
humano; regular las normas de la “moral”
y crear una ética mundicéntrica y no racial o estatal... eso es Saber. Porque saber es discernir claramente entre conocimiento y
sabiduría (Sophía). Saber que sé, lo que sé (sin falsas modestias, ni
prepotencia) y aceptar lo que no sé, son señales inequívocas de madurez y evolución.
El ser humano parece haberse dado
cuenta, por fin, de la necesidad que tiene de entender los retos a los que se
enfrenta individual y colectivamente para tener claro a dónde va y sobre todo
cómo dar el siguiente paso, cómo aplicar ese “conocimiento” con “sabiduría”.En la actualidad tenemos acceso a tanta información, a tanto conocimiento, que, en muchos casos, no podemos manejarlo, porque carecemos de “verdadera sabiduría” para ello. Sabiduría es el uso del conocimiento e información adquiridos durante nuestra existencia y su punto de partida es el razonamiento humano y la posterior interpretación y aplicación que de él hacemos. La sabiduría no necesita erudición y tampoco una gran inteligencia, sino reflexión profunda, sincera y constante sobre lo vivido y la enseñanza que de este conocimiento podamos extraer para aplicar en el beneficio individual y colectivo integrado.
Para llegar a ser verdaderamente sabios
se necesita tiempo y esfuerzo. Ambos
parámetros no son muy apreciados en Occidente.
Así en la sociedad actual, nuestros jóvenes están dispuestos a adquirir
muchos conocimientos, y en cambio, no muestran motivación por la trascendencia.
Premiamos los conocimientos por encima de la sabiduría, y eso es lo que ellos
compran con sus flamantes carreras, que luego no saben ni cómo aplicar, ni
tampoco tienen oportunidades para hacerlo, pues les ofrecemos economías
salvajes saturadas de estímulos materiales y de "datos" informativos.
El tiempo es necesario para adquirir conocimiento. El esfuerzo, para seguir en el camino sin
abandonar, desesperanzados, por los errores que, inevitablemente,
cometeremos intentando alcanzar la
sabiduría. Entre el desconocimiento y la sabiduría se suceden equivocaciones y
errores. Quien no esté dispuesto a cometer dichos errores y/o a soportar
experiencias negativas, no alcanzará nunca la sabiduría. La mayor equivocación
es darse por vencido y renunciar a seguir recorriendo la ruta de la evolución. La clave de la Sabiduría está en la acción y el secreto de la felicidad y la plenitud en el Amor superior (sabio): “Pedir perdón es de hombres “con conocimiento”; perdonar es de hombres “con sabiduría”. El Amor, y la compasión es la prueba definitiva de que hemos alcanzado la sabiduría. Algo de lo que nuestra sociedad está aún tan alejada.
Conocimiento, acción, Amor. No hay
distancias, ni barreras, ni imposibles para el Amor. Es la brújula que jamás se
equivocará de senda. Es el arcano de los sabios. “Si amas, puedes”. El Amor es
el principio, el camino y el fin del conocimiento. Los frutos del Amor son
plenitud, armonía, equilibrio interior, paz espiritual, bondad, libertad,
comprensión, poder… sabiduría! No comamos del árbol del conocimiento, inútil,
añadámosle el Amor de Sophia.
"La mayor sabiduría se encuentra
dentro de cada uno: el Amor;
La mejor manera de
utilizarla es con su conocimiento" Maestro Sabadime
Raquel Torrent
Psicóloga Colegiada
Terapeuta Integral y
Consultora Transpersonal
Coach y creadora del
método Positioning
0 comentarios :
Publicar un comentario